viernes, 8 de junio de 2007

el largo viaje de vuelta a casa. parte 2: nueva york-dublín-madrid (lunes y martes, 4 y 5-junio-07)

no sé por qué la foto ha salido borrosa si el que estaba pedo era yo, no la cámara.
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el vuelo para la capital de la vieja irlanda, salió a las siete de la tarde, duró 6 horas y llegó a las siete de la mañana. en cuanto el vuelo en sí, fue peor que el primero: tan solo una cerveza en la comida, el resto de bebidas alcohólicas había que pagarlas a 5 €, ya fuese cerveza o whisky; por lo menos, en el vuelo de mexicana hacia nueva york me tomé una cerveza en la comida, tequila después de ella y un cubalibre de ron a mitad del vuelo. pero bueno, estuvo bien que no tomase demasiado pues lo bueno vendría una vez pisada tierra: visita cultubar por dublín. para los que no lo sepan, una visita cultubar es similar a cualquier visita turística, pero en la primera se intercalan los monumentos o sitios turísticos con frecuentes paradas en bares, donde tomar algo.
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tenía que facturar a las tres de la tarde y aproveché la mañana para escaparme del aeropuerto (no podrìa soportar otra hora más dentro de uno) y conocer la ciudad. la mujer del mostrador de información turística del aeropuerto debió verme cara de asqueroso porque cuando le pedí información y un mapa, me dio éste como diciendo "aquí tienes y ahora te las apañas tú". así que con un mapa en el que no se identificaban los lugares más importantes y mis dos mochilas me fui a pasear por la ciudad.
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las tabernas no abren hasta las 10 y 30 de la mañana, así que hasta entonces estuve deambulando por el centro de la ciudad sin saber muy bien a dónde ir ni qué visitar. en esas condiciones fue que me invadieron las ganas de conocer y seguir viajando, y que sentí esa mezcla contradictoria de ver el viaje finalizar pero estar en una ciudad nueva e interesante. sin embargo, creo que en el fondo no quería conocer dublín, sino sus tabernas y su cerveza. estaba cansado y no me apetecía andar con las mochilas, así que caminé por unas cuantas calles y en cuanto vi que ya era la hora permitida, entré en la primera taberna que tuve a tiro.
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allá me tomé una pinta de guinness con tranquilidad disfrutando del hecho de estar en dublín, en una taberna irlandesa, con una buena cerveza en mi mano. allá me tracé una ruta en el mapa para ver algo de la ciudad, pero no la cumplí: en cuanto crucé el río liffey, me encontré con una taberna que era como el paraíso de la cerveza: un sitio con una carta de cervezas por países y con algunas bien chingonas en cuanto a grados de alcohol, lo que necesitaba después de las flojas cervezas mexicanas. ni que decir tiene que de allí no salí más que para regresar al aeropuerto.
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en el aeropuerto andé lo justo para saber la ubicación de la puerta de embarque y me senté en el único bar que hay en la zona de embarque. allá me tomé dos pintas de guinness mientras hablaba con un italiano residente en españa. recuerdo poco de aquella conversación.
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estaba ya tan perjudicado por la cerveza, el cansancio del viaje y el jet lag que en el avión caí dormido antes de que éste despegase y no desperté hasta que anunciaron el aterrizaje en barajas. llegué a madrid en 5 minutos.
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en el aeropuerto me esperaban mi jefa y mi carnala. las vi antes de que ellas me viesen a mi, me puse la máscara del santo y salí a su encuentro. no pude fijarme en las caras de los que las rodeaban, estaba concentrado en su reacción: risas y más risas, luego, ya sin máscara, besos y abrazos. había llegado a casa.

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