continúo aquí el relato de mi estandía en creel
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lago arareko fue aumentado de tamaño al hacer una represa hace tres años. desde entonces han muerto ahogadas 16 personas. a estos trágicos sucesos se añaden relatos de enormes y extraños animales vistos en sus aguas.
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antes de llegar a creel, me llevaron a contemplar la barranca del cobre desde el apeadero de divisadero. cuando en la casa de la familia que me acogió vieron que estaba crudo me prepararon un brebaje que, según ellos, era reponedor: aguachile. en un mortero azteca, molieron chile piquín, pimienta, orégano y sal; vertieron agua hirviendo y a beber. aquel líquido me hizo ser consciente de mi esófago y de un resentido estómago por tantas chelas de la noche anterior. me picaban boca y garganta y no me sentí mucho mejor porque estaba tan crudo que lo que necesitaba era una cama.
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al día siguiente, me prestaron una bicicleta y estuve recorriendo los inmensos parajes de los alrededores de creel. grandes pinos, enormes formaciones rocosas y ranchos y tierras de cultivo por doquier son el distintivo de la sierra tarahumara. en ella abundan los ejidos, pequeñas comunidades rurales, donde los tarahumara se auto-administran (cobran por entrar en ellos). en este paseo en bicicleta visité el ejido de san ignacio y el lago arareko, al que llegué guiado por un muchacho que me llevó hasta él por un pinche camino de chivas por el que casi me mato.
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iglesia de san ignacio si no estuviese en méxico sería una hermosa iglesia visigótica.
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al día siguiente, fui con benjamín y toño a las aguas termales de rekowata. en los días sucesivos me dediqué a hacer el perro y pasear por el pueblo, pero también cociné comida española para la familia: tortilla de patatas (aquí conocida como omelette de papas, las tortillas son las tortas de maíz) y gazpacho. todo cocinado con aceite de oliva virgen. les gustó la comida, pero sobre todo se mostraron muy interesados en probar el gazpacho porque lo habían visto en mujeres al borde de un ataque de nervios.
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el viernes por la noche salí con césar (uno de los hijos de la familia, de mi edad) al sierra bonita, uno de los mejores antros de creel donde actuó la banda norteña centenario. fui con la convicción de encontrarme un chingo de viejas, pero aquello era un campo de nabos donde la mitad estaba borracha o drogada (mucha droga en creel). muchos de ellos iban vestidos como vaqueros: pantalones y sombreros tejanos, botas de piel y camisa.
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con la hija, saray, de 11 años, di alguna vuelta por el pueblo y jugué mucho a un juego llamado pitarrilla, parecido a las tres en raya pero mucho más complicado.
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en creel estuve una semana sin preocupaciones ni prisas por viajar y cumplir cuotas con los destinos, es decir, me olvidé de todo. pero llegó el momento de tomar de nuevo el camión y continuar el viaje primero a chihuahua, luego hacia el sur, dirección zacatecas.
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